Soy una princesa abandonada. No, yo era una princesa abandonada. Mi encantadora patrona. Hasta que conocí al Marqués Joseph Patello.
Las personas comentaban mientras me veían rociar algo en la calle nuevamente. Algunas preguntaban si era mármol en lugar de dinero, preocupadas de que pudiera resbalar y lastimarme. Otros especulaban si lo que arrojaba eran cuentas de oro auténticas. La multitud se aglomeraba como hormigas, recogiendo las cuentas de oro del suelo.
Algunos nobles, quienes me habían despreciado durante años, ahora se mostraban ansiosos por adularme. Me dirigí hacia ellos tranquilamente y subí al carruaje, donde el Marqués Patello me esperaba.
El Marqués me mostró varios retratos míos colgados en su espacio privado. Había pinturas de mí en diferentes situaciones, incluso una en el lejano Imperio del Norte.
Sorprendida, le pregunté si estaba loco por tener tantos retratos míos. Respondió seriamente que a veces pensaba así.
Esa experiencia me llevó a reflexionar sobre mi verdadera identidad como una princesa abandonada. Comprendí que no era el dinero o la adulación lo que me definía, sino el entendimiento de quién era en realidad y qué significaba ser yo misma.
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